El gobierno de nuestra nación, el supuesto encargado de
velar por los intereses de los ciudadanos pretende arrancar a una señora de 104
años del hogar en el que ha vivido durante los últimos cuarenta.
Todo sucedió cuando recibió una misiva procedente del
ministerio de Hacienda (Que somos todos pero te jodes tú) que la avisaba de
que, al morir sin herederos el propietario del inmueble en el que reside, los
bienes del difunto arrendatario pasan directamente al estado. Este mismo
estado, compuesto fundamentalmente de delincuentes, psicópatas, corruptos y
ladrones ha puesto en venta el edificio por el simbólico precio de 3 millones
de euros. La propia lógica nos invita a suponer que los vecinos de ese edificio,
pensionistas en su mayoría, no pueden hacer frente a tan minúsculo pago por
tanto el gobierno, haciendo gala de su sublime beneficencia pretende desahuciar
a una señora de 104 años y no
satisfechos con su heroica labor han impuesto una sanción de 104.000 euros a
los vecinos del edificio por negarse a abandonar su casa dentro de los plazos
exigidos.
Como es lógico no voy a cuestionar la moral de los
responsables de esta circunstancia, sería imposible, sería como tratar de
valorar lo bien o lo mal que vuela un elefante. Jueces, políticos y banqueros
que son a mi juicio los responsables de la situación arriba expuesta no tienen
moral ni saben nada acerca de ella. Ese hecho no debería preocuparnos por
resultar evidente.
Lo que a mi si me llega a inquietar es la psicopatía como
trastorno que a día de hoy sufre la gran mayoría de la población española.
La psicopatía se define como un trastorno antisocial de la
personalidad en el que la persona aquejada de este mal es incapaz de mostrar
arrepentimiento o de sentir empatía hacia los demás, no porque no quiera sino porque no puede. El
psicópata tiende a ver a las personas como meros instrumentos de los que se
puede valer para así alcanzar sus objetivos sin tener consciencia del perjuicio
que puedan ocasionar sus acciones. De igual modo el psicópata crea un código de
comportamiento propio que para él es totalmente válido, aunque este código
insulte a la lógica de principio a fin. Existe una cierta tendencia, gracias al cine tal vez, a pensar en un psicópata como un asesino peligroso y no en todos los casos tiene por que ser así, el panadero del barrio podría serlo y quizá nunca nadie lo sepa. Lo que si es un hecho contrastado es que, en la enfermedad mental, el uso de la violencia varía en función del nivel social del afectado. De esta manera si el psicópata en este caso pertenece a un estrato social bajo y poco sofisticado lo más probable será que emplee la violencia física si fuera necesario para conseguir sus fines, sin embargo si el enfermo tiene un alto estatus social no dudará en emplear la violencia también pero de un modo más sutil, discreto e inteligente, menos reprochable, claro ejemplo de cualquier director de banco que permite o insta a que se cometa uno de los actos más violentos que se pueden cometer contra la dignidad de un ser humano: Dejarle sin casa.
En palabras del doctor Robert Hare algunas de
las características clínicas que evidencian la existencia de un trastorno
psicopático son:
Falta de empatía, crueldad e insensibilidad
Falta de culpa o de cualquier otro tipo de remordimiento
Tendencia a mentir de forma patológica
Gran capacidad verbal y un encanto superficial
· No hay que ser psiquiatra para pensar que el responsable, o
simplemente quien bajo su mando realiza un desahucio es un psicópata.
Psicópata el político que legisla en su claro beneficio sin
importar cuántas vidas puedan arruinar sus decisiones.
Psicópata el banquero que, en base a su propio código de conducta
y al código de sus intereses, exige expulsar a una familia de su hogar dejando así
la casa vacía y a disposición de su banco.
Psicópata el juez, bueno psicópata el juez a secas.
Los que deciden nuestra suerte son enfermos mentales, son individuos carentes de toda muestra de humanidad, por pequeña que sea, son verdaderos hijos de puta.
Creo que el hecho de que estemos gobernados por enfermos mentales
no debería sorprender ya a nadie, basta con leer un periódico para
corroborarlo, el problema (Para los de arriba) es que sin saberlo están
cultivando la semilla de la violencia, y no me refiero a cuatro (O cuarenta mil)
chavales acampados, no. Me refiero a violencia de verdad. Los de arriba están
regando esta semilla con el odio y la están abonando con la desesperanza, el
rencor, el sentimiento de angustia, miedo y desesperación del pueblo llano. Los
de arriba, los nenes pijos de la clase, han abierto una brecha abismal entre
clases sociales eliminando por completo la clase media, ricos y pobres y en
medio un foso repleto de cocodrilos de manera que es imposible pasar de una
acera a otra.
“Los pueblos que olvidan su historia están condenados a
repetirla” decía Cicerón y en España los irresponsables que mueven los hilos o
bien no saben nada de historia o la historia que conocen no es la misma que la
que verdaderamente ocurrió. Se trata de hacer un simple ejercicio, se trata de
establecer paralelismos entre la situación social en el año 1931 y la actual. Lógicamente
debemos traducir las circunstancias (En este punto siempre llega algún listo y
suelta aquello de “No es lo mismo” como si el ser humano cambiara por completo
en menos de 100 años).
Por desgracia no sería descabellada la idea de que todos
aquellos que son desahuciados, que se sienten abandonados, aquellos que ven como mientras ellos lo pasan
francamente mal hay una señora que, con el dinero que a ellos les falta, se
permite el lujo de aparcar donde quiere, cuando aquellos que tras haber pasado
más de la mitad de su vida trabajando no perciban ni una cuarta parte del
dinero que les correspondería por despido gracias a diversas triquiñuelas legales.
Cuando todas personas aúnen su rabia e impotencia van a pasar cosas feas, muy
feas.
Voy a utilizar un lenguaje más claro y de uso doméstico:
Cuando
a estas personas se les hinchen los cojones de verdad, cuando no tengan ya nada
que perder porque los hijos de puta que tienen la sartén por el mango se lo
hayan quitado todo, en ese momento no sería lo más raro del mundo que unieran
su rabia y comenzaran a arder ayuntamientos, comenzaran a aparecer políticos
con el cuello cortado, comenzaran a desaparecer banqueros y la casa de más de un juez ardiera en el
preciso momento en el que un violador saliera de la cárcel. Se crearía
DESGRACIADAMENTE una nueva forma de terrorismo con una diferencia: El pueblo
llano justificaría y muy posiblemente apoyaría cualquier acto cometido de este
modo, la gente no saldría a la calle en manifestación con las manos pintadas de
blanco en señal de repulsa, al contrario, muy probablemente pedirían los bises
y entonces la sociedad habría cruzado una frontera muy peligrosa, la frontera
de la justificación de la violencia. Y una vez que se cruza las consecuencias
posteriores son totalmente incontrolables e incluso impredecibles pues no
debemos olvidar que el ser humano sometido a unas circunstancias específicas
puede comportarse como el animal territorial que es, ¿Qué ocurre si tratamos de hacer daño a un
jabato en presencia de su madre? Pues lo
mismo que podría ocurrir en nuestra sociedad si estas ratas mezquinas que
dirigen no se asustan, porque no creo que tengan una iluminación moral de la
noche a la mañana.
En cualquier caso todas las posibilidades están abiertas y
la situación global no invita al optimismo.
Pero en España si no se toman con celeridad y
responsabilidad las medidas pertinentes para calmar los ánimos podríamos tomar
el camino que nos conduzca ni más ni
menos que a la antesala de una guerra, sería la repetición secuenciada de los
hechos que tuvieron lugar en España allá por el 1931: Los ricos muy ricos y los
pobres muy pobres, la tiranía del terrateniente de turno, el férreo control de
la demoníaca iglesia católica (Ley del aborto). Hechos que en 1936 provocaron
tres años de cruenta guerra y cuarenta de dictadura militar.
Pues los psicópatas que tienen la responsabilidad de
prevenir que todo esto ocurra no ven o
no quieren ver cual puede ser el desenlace de sus canalladas y han olvidado una
verdad empírica:
“La suerte de un loco
termina cuando se cruza con otro”